Casa Pirules.

Sobre Casa Pirules.

En el Valle del Maíz, uno de los barrios con más memoria de San Miguel de Allende, esta vivienda diseñada por Escobedo Solíz se posa sobre una ladera poblada de pirules, mezquites y nopales. No intenta dominar el paisaje: se acomoda entre árboles, pendientes y calles que siguen la topografía desde hace décadas.

La casa no se lee como un objeto aislado, sino como una secuencia de volúmenes conectados por patios, umbrales y escaleras. El ladrillo, la luz y los árboles son el hilo conductor.

Casa Pirules se organiza como un pequeño conjunto de pabellones que se acomodan entre los pirules. Cada uno cumple un rol, y juntos construyen una forma de vida muy particular:

Hacia la calle, un primer volumen puede operar como estudio, taller, showroom, oficina o pequeño local.
Es el lugar para quien trabaja desde casa, recibe clientes o simplemente quiere una fachada viva al barrio. Aquí la vivienda no se esconde: conversa con su entorno.

Un segundo cuerpo concentra las habitaciones, con vistas filtradas por patios y vegetación. La luz entra medida, nunca directa y agresiva. Es la parte más silenciosa de la casa, pensada para descansar, leer, detener el día.

En un tercer volumen aparece la cocina como corazón doméstico: equipada, práctica, conectada al comedor, lista para recibir amigos y familia. No es un espacio residual: es el lugar donde inicia la conversación, el café y los planes.

Al fondo, el volumen de sala–comedor se abre al jardín y al paisaje. Grandes vanos, relación franca con el exterior y una sensación de amplitud que no depende sólo de los metros, sino de cómo se conectan interior y exterior.

Entre cada uno de estos cuerpos no hay pasillos convencionales, sino patios, terrazas y escalinatas. Se pasa del sol a la sombra, del ladrillo al follaje, del sonido del agua al silencio del interior. Es una casa que se recorre, no sólo se transita.

En Casa Pirules, la cocina no es un cuarto más del programa: es el lugar donde la casa se enciende.

Desde que entras, todo parece conducirte ahí. No está escondida al fondo ni aislada como servicio; se coloca en el centro de la vida doméstica, conectada al comedor y en diálogo directo con la sala y el jardín. Es el punto donde se cruzan todas las trayectorias del día: el café de la mañana, la comida lenta del mediodía, la copa en la noche mientras alguien más termina de trabajar en el estudio.

La dinámica de Casa Pirules se entiende justo desde esa cocina. No es una circulación lineal de pasillo, cuarto, puerta; es una coreografía suave entre volúmenes, patios y niveles. De la cocina sales un paso al comedor, otro a la terraza, dos más y estás en el jardín bajo los pirules. Das la vuelta a una esquina y aparece el agua acompañando la escalera, subes unos peldaños y llegas a una sala más íntima o a una recámara que mira al follaje.

El ladrillo del Bajío actúa como estructura, piel y clima: muros gruesos que protegen del sol y del ruido, una textura que envejece bien y una paleta sobria que se combina con madera y herrería para que la vida de quien habita sea la que ponga el color.

Los pirules no son decorado; son el origen del proyecto: los volúmenes se colocan para respetar los árboles, los patios aparecen donde ya había sombra, el recorrido se arma alrededor de sus copas. Más que una casa con jardín, es un jardín habitado donde el agua, el viento y la luz marcan el ritmo del día.

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Características de la propiedad

Amenidades

Ubicación

valle de maíz. 37775. san miguel de allende.

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